Estaba a punto de verme de nuevo en apuros. No sólo me bastaba con una casa en una última planta -donde el Sol golpea sin piedad- y sin aire acondicionado -una combinación terrible-, sino que, además, ¡se me estropea el agua!
Y esto en pleno verano.
Sin dudarlo, llamé a mi casera que, como de costumbre, me hizo una de las de oreja y rabo y carpetazo al asunto con un simple "habla con tu vecina y que te mande a alguien". Con mi "vecina" se refería a la entrañable Madame Zeinab, que está de vacaciones en Alemania, visitando a algunos familiares y puede que a algunos amigos.
Aún sabiendo esto, algo me dijo que aún conservaba el número de Hassan, el "manitas" del inmueble. Colgué, busqué en la agenda. Bingo.
No sé si lo que mejora es mi árabe o la solidaridad de Hassan, pero el caso es que nos entendimos bien y quedamos para que arreglara el problema.
"Como es Ramadán" o venía a las 11 de la mañana o a las 8 de la tarde.
Opté por la tarde.
Hassan vino a casa, abrió grifos, apagó y encendió interruptores, cerró grifos, los abrió de nuevo y los volvió a cerrar. Bajó a echar un vistazo al motor mientras me daba orden de abrir y cerrar a su señal. Así, hasta un par de veces.
Problema no hay por ningún sitio. Toquetea el motor, pero todo parece funcionar.
Le avisé, siendo previsor, que el problema es puntual. A veces no hay agua, a veces, sí.
Entonces, con su buen árabe calmado y lleno de gestos "para que extranjero entender Hassan" me dice que es Ramadán (por si no lo había notado) y que la demanda de agua varía en las horas del día. En realidad se hace un pequeño lío cuando le digo que por la mañana no hay presión e inicia una explicación donde combina conceptos como "demanda", "abastecimiento", "presión", "cocina", "iftar", "ocaso", "compañía estatal de agua" y otros del género que le quedó la mar de bonito y profesional si no fuera por mi sencilla pregunta: "Pero, si por la mañana nadie bebe ni hay demanda salvo la mía, ¿por qué no tengo agua a esa hora?".
Se reiteró en su explicación, que bien valió las 50 libras que le pagué, más bien por el intensivo de árabe que por la explicación en sí misma, cargada de significado y carente de sentido desde mi punto de vista.
Aquí os dejo una foto de mi grifo:
Pasada la historia y tras comprobar que, justo cuando se va a extinguir el hilo de agua, siempre vuelve con fuerza, aproveché anoche para dar una vuelta a eso de las 21, por Zamalek. Aun siendo una zona de extranjeros, se notaba el ambiente de Ramadán. Es como una Navidad de un mes.
Aprendí que no existen ukeleles en Egipto y me sorprendió toda la vida que hay por la noche. Todas las tiendas abiertas, los niños por la calle (alguno terminará el mes con alguna amputación en las manos por culpa de los petarditos -me parezco a mi abuelo, lo sé, pero es verdad-. Vidilla, vidilla. Todo muy auténtico y respetando las tradiciones.
También me moló ver toda la gente que toma el vaso de leche con un dátil para romper el ayuno, al igual que hacía el profeta Mahoma.
Dentro de nada me veo dentro de una galabeya, dando paseos por ahí.
Hoy tengo propuesto ir al Hussein, o más conocido como Khan el Khalili (el mercadillo). Llevo la cámara de fotos. A ver qué me encuentro.
Isa, ya verás las fotos.
Ondo segi, aio.
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