sábado, 29 de octubre de 2011

Desde El Cairo con amor

"¿Si tuvieras que enseñar una parte de la ciudad, cuál sería?"
Con esta pregunta, Luis y yo empezamos a montar mi parte del programa.  Esto ya os lo adelantaba en este CAPÍTULO.

Fui el último en grabar, con muchas dificultades técnicas, ambientales, humanas...y con el cansancio que te aporta a diario esta ciudad, que se va acumulando poco a poco y te destroza cuando llevas una semana. Justo eso: una semana.
Dani y Luis me llegaron cansados, pero sonrientes como siempre (o eso parece).

Decidimos que haríamos "un poco de todo" y que veríamos el cómo a medida que progresara la jornada.
El resultado creo que fue de lo más variopinto posible.
Arrancamos en Zamalek, el barrio donde resido y, de ahí, nos fuimos a Shubra, un barrio popular con gran cantidad de cristianos.
Ahí me encontré con mi amigo Yehia, del barrio, que nos enseñó un poco de todo.

Acto seguido, después de comer, nos metimos en la furgo y tiramos milla a la Plaza Tahrir. Todo un lujo el poder presentar esa parte.

Tuve la oportunidad de lanzar los mensajes que quise, aunque fueran un poco largos.

Y pudimos subir a la terraza del Hotel Ramses Hilton, para disfrutar de una inmejorable vista antes de concluir.
El resultado del montaje lo podéis ver en este estupendo VIDEO.

Gracias a Daniel Leal y a Luis Márquez por su simpatía y profesionalidad.

Agur yogur!

lunes, 24 de octubre de 2011

Ras-flexión

Desde El Cairo son unas 3 horas escasas, 200 quilómetros. De la inmensidad de la ciudad, del tráfico, del humo, polvo, del Nilo (sin cocodrilos), falucas, bawabs, tráfico (es que hay mucho), ruido... a una pequeña playa con una laguna en la costa occidental de la península del Sinaí.
Estos cambios, aunque sean por un fin de semana, se agradecen.
La carretera, como viene siendo normal, para matarse. Menos mal que conducía un medio napolitano (o eso parece aunque sea romano).
Y esta vez fui sin pasaporte y no nos lo pidieron nunca. Qué raro. Sobre todo a la hora de cruzar el canal de Suez, que aunque siempre original, no deja uno de acostumbrarse (comparado con la primera vez -qué guay! pasar el canal de Suez, un sitio histórico! -Ahora me suena un poco idiota).

El sitio era (es) un lugar que me dio una agradable sorpresa, puesto que es donde coincidimos por casi última vez unos pocos amigos (Yasmin, Emma, Anthony, Axel e Ivo -entre otros) hace ya año y medio (cómo pasa el tiempo).

Y allí me fui, con tres italianos. Muy salados. Todo extra-confirmado, extra-organizado, extra-italianizado.
Un finde con algo de música, mucho viento, poco kitesurf y bastante de relajación. Y algunos "habibis", claro.

Aún hace calor durante el día, aunque por la noche refresca. Claro que, si lo pienso, estamos a finales de Octubre. Era mucho pedir.

Las vueltas a "La Victoriosa" son siempre difíciles después de un descanso así, aunque esta vez traigo la perspectiva algo cambiada. Para mejor. Las ideas un poco más claras (o eso me parece).

Es curioso como la mayoría de los que estamos por aquí vaga en un mar de dudas sobre el futuro. Me pregunto si es algo generacional o del lugar. No voy a hacer un estudio, es simple curiosidad.

Y ahora toca ver qué pasa con el viaje del Eid el-kibir. A ver, haber, ha ver...


También reconfirmé lo difícil que es fotografiar el cielo estrellado. Algo es algo.

martes, 18 de octubre de 2011

Peluquería en El Cairo

Un Viernes por la mañana se pueden hacer muchas cosas en El Cairo. 
El pasado, en concreto, quería dedicarme a hacer algunas que tenía pendientes. 
Entre ellas, cortarme el pelo, que casi que me podía mesar a gusto y parecía más bien un nido de cigüeña (como me gusta escribir esta palabra) que una nutrida y rizada cabellera. 
Para no romper con los ritmos locales, no pude hacer nada hasta la hora de comer. Las cosas que siempre pasan: "está cerrado", "el ordenador no funciona", "el dueño no está"... lo de siempre. Menos mal que he aprendido a vivir con esto. 

Pero la peluquería estaba operativa (mirad por donde), así que ni me lo pensé (normalmente es algo que me lleva horas o semanas para decidir) y me sumergí por segunda vez en una peluquería local dispuesto a una sesión de "stravaganzza" cairota. Ya me imaginaba chasquidos de tijera al ritmo de la segunda parte del "Aires gitanos" de Sarasate, risas, humo (sí, humo, porque hay humo en todas partes), olor a comida, moscas, conversaciones en cuatro, cinco o nueve idiomas, mezclados. 
Le expliqué cómo quería el pelo, cosa que siempre he hecho y que siempre me han negado con un profesional "eso no se puede hacer" y mi consecuente frustración fugaz y posterior resignación.
Esta vez fue diferente. A mi pregunta de si lo había entendido, el peluquero, Ayman, me soltó un escueto "Yes" y se puso al lío. 

El ritmo del pelado crecía, al igual que mi confianza en el tipo. Iba a más a cada chasquido. Como servidor lleva más tiros pegados que Rambo, no bajé la guardia hasta el mismísimo final. Y bien que hice. 
En cierto momento decidí romper el hielo, visto que Ayman estaba extrañamente callado. Empecé con un árabe básico y fue ascendiendo a árabe-inglés hasta que nos entendimos en esa mezcla idiomática tan característica de estos lares. 
Ayman es profesor por las mañanas. Trabaja en una escuela en Agouza donde enseña música a los niños. Es pianista y toca música árabe en general, sobre todo egipcia.
Le mencioné alguno de los clásicos: Mozart, Chopin, Beethoven... Se incorporó, frunció el ceño y se señalo el oído. Me dijo: "Uuf, no, no. This hurts my ear"  [No. Eso hace que me duela el oído] Ahí queda eso. Y yo que me quejaba del Reggeaton.  La globalización sufre, a veces, pequeños fracasos que constituyen un gran éxito para la preservación de las culturas locales. Me alegro. 
Me habló de su música y de como, a la muerte de su padre, heredó la barbería, donde trabajaba por las tardes, sin horario concreto. Como el viento.

Su aire a Sean Connery no dejaba de divertirme, y me preguntaba una y otra vez si en España se toca el piano, si se habla árabe (muchos lo piensan), si es un país bonito. "Es precioso, pero lo están vendiendo" le respondí. No sé si me entendió, pero mi propio comentario me dio un poco de pena nostálgica.

Pero fue casi al terminar cuando Ayman, intentando espantar una de las moscas con la mano buena, la derecha, la de la tijera, se la dejó clavada en un ojo. Cayó al suelo de inmediato, sin moverse. Yo no sabía qué hacer. La sangre fluía por todas partes desde la herida. Me quité el babero y me eché sobre él. No respiraba. Intenté llamar a alguien de fuera pero todos me miraban como si no me entendieran.
Estuve a su lado durante un rato que me pareció una eternidad. Intentaba convencerme de que, aun no siendo "fan" de Beethoven, igual tenía alguna oportunidad de ir al cielo y ganarse sus vírgenes.
De repente, el cuerpo "inerte" de Ayman se estremeció y se incorporó. Se sacó la tijera del ojo y lanzó un grito que no era de este mundo. 

¡Ayman se había transformado en un zombi!

Y venía a por mí. Me miró con el ojo bueno, abrió la boca e intentó agarrarme. Resbalé hacia atrás por el susto (pequeño), pero pude incorporarme. 
La peluquería era muy pequeña (me acordé del cartel del bar de Alvaro Peregil, el de "no correr por los pasillos del baño"), pero afortunadamente, gracias a la "torpeza zombie", logré esquivarle con una de las sillas y le disparé desde la puerta, entre los ojos, con mi ballesta (que siempre llevo encima). Dos veces ("Double Tap")
Una vez derribado, le dejé las 30 libras encima del mostrador antes lanzarme a la calle. 

Logré llegar sano y salvo a casa donde me tomé un café con Patrizio mientras organizábamos la cena de su cumpleaños. 

Le expliqué lo de la peluquería, y me dijo que se alegraba porque me hicieran el corte que siempre quise.

Fue un buen fin de semana.

martes, 11 de octubre de 2011

6 de Octubre de 2011



No hay nada como celebrar la "victoria" de Egipto sobre Israel que visitando el territorio conquistado: el Sinaí. Tierra bíblica por excelencia con una geografía única y espectacular digna de cualquier evento divino.
Y entre todo esto hay un par de sitios que nos ofrecen a nosotros, hormigas, la posibilidad de desconectar del frenético ritmo de El Cairo y, con un poco de suerte, desconectar del ritmo local y de los locales en sí mismos.

Como ya os he hablado de Dahab y os he enseñado el sitio, esta vez comentaré que el viaje estuvo bien, muy bien. Me encantó el grupo con el que iba y la verdad es que hemos encajado bastante bien. Lo mejor es que la mayoría somos ya veteranos en el país y tenemos una vida "establecida" (veremos por cuanto).
Estas son las caras y algunos de los momentos: FOTOS

Este viaje me ayudó para pensar en las cosas que me afectan y en cómo me afectan. Pensé en las cosas que quiero hacer aprovechando un nuevo inicio (la casa nueva) y replantearme las cosas que hacía. Desechar trapos viejos y poner empeño en nuevas situaciones que merezcan la pena. Un cambio buscado, local o no, siempre para bien.



Y, por supuesto, limar esos momentos tan "de mi carácter" que me machacan durante unos días cada tanto y, normalmente, por el mismo motivo. La consecuencia de este viaje es un estado personal (por así decirlo) que no "sufría" (o experimentaba) desde 1996.
Por supuesto, soy consciente de que "es así como soy", pero creo pueden tomarse medidas paliativas en todo caso. Y en ello estoy.

Quiero aprovechar para destacar el correo-e de mi querida Yasmin, que hizo una escala de 4 horas en el aeropuerto de El Cairo y aprovechó para describirme lo que veía desde un punto de vista que combina casi 3 años en El Cairo y mucho mundo.

Y me dio mucho sobre lo que pensar.

Sed buenos.

lunes, 10 de octubre de 2011

Piano

Parece que la Historia, con matices, se repite.
Me ha alegrado el día. Es que uno se conforma sólo con 88 teclas.


miércoles, 5 de octubre de 2011

De mudanza

Queridos todos,
de nuevo, me mudé. Después de un par de años por aquí y dos casas encima (que no dormitorios), puedo decir que, dada la cantidad de cosas que tenía, esta mudanza ha sido un infierno. Esto lo escribo una vez que el traslado está terminado. Ahora sólo falta poner todas las cosas en orden, cosa que haré el Domingo porque hoy mismo, después del trabajo, me voy a la playa. A descansar de El Cairo, de los egipcios y de sus tonterías (generalizando desde mi punto de vista) y, sobre todo, de su absurda intensidad.

Estos días, en concreto la jornada de ayer, he vivido una serie de experiencias que rozan lo esperpéntico. Todavía me lo tomo con humor, pero amargan el día.

No sé ni por donde empezar, así que lo haré preguntándome sobre mi fontanero. Sé que os he contado de él. Sabréis que siempre tardaba mucho en venir, que lo hacía tarde, que reparaba a medias y que se piraba. Pues la sorpresa es que, después de su última intervención en el motor del agua, el que dejó goteando (pero medio funcionando), mi vecina, que nunca se preocupa por nada que no le afecte me llamó y me dijo: "El motor gotea agua y me han dicho que puede afectar a los cimientos".
Yo le respondí que eso ya pasaba desde hace meses y que es por causa de una mala reparación. Me dice que va a llamar al fontanero (Hassan) para que lo arregle. Y lo hace. Y Hassan se planta allí en menos de lo que canta un gallo, para mi sorpresa.
La cosa no acaba ahí. Quieren que pague.
Les doy MI razonamiento: yo ya pagué para que lo arreglara y él me dijo que lo hizo. Me mudo hoy. No pago nada. Habla con mi casera.
Llámala y habla con ella - me dice.
No. Que la llame Hassan o que hable con el propietario del inmueble - no es mi guerra.
La batalla termina ahí, pero no la guerra. Esto me ha traido cola los últimos tres días con llamadas de mi vecina, visitas a casa a contarme penurias y a hablarme del pobrecito Hassan -el mismo que me cobró 50 LE por "mirar el motor"-. Amablemente empatizo con ella, pongo mis caruchas, unas tristes, otras más alegres. Me solidarizo. Trampa preparada.
Y ¡ZAS! "blablabla.... entonces le pagas y ya está" -así me lo suelta.
- No le voy a pagar, ¿quieres un té?.
- Bueno pues le pago yo y ya me das el dinero (y sonrisa).
- Bueno, le pagas tú y ya te lo dará Fahima cuando hables con ella. Qué día tan bonito hace hoy- le respondo.
Su mirada de póker: Carita de pena. Morritos. "ya rabs" a saco.
Mi mirada de póker: tengo mucho qué hacer. Hasta luego. Y cierro la puerta.
Cabreado.

Ayer por la mañana fui al banco, a cobrar. Tenían que comprobar la firma. El que me atendió me dijo que esperara unos 15 minutos a que comprueben la firma.
- Pero, ¿son 15 de verdad o me vas a tener esperando hasta la tarde? -le pregunto.
- No, no, señor. Son 15. Máximo 30.
Miro el reloj. Es aceptable.
Vuelvo a la hora y media y le digo que qué |@#~# pasa. Me responde que no lo pueden hacer. Le digo que si pretendía decírmelo o esperar a que Allah viniera a contármelo en persona. No le sienta bien pero me importa un pimiento y le hablo de calidad de servicio, atención al cliente y cumplimiento del deber. Me mira como si le hablase de ciencia ficción.
Me voy.
Cabreado.

Llego al curro y me cae una Due Dilligence. Contrato de 150 páginas para resumir. En alemán. Le digo que yo no tengo un nivel nativo de alemán, que hace 6 años que no lo utilizo y que voy a tardar. "Me hablas como si me importase" decía su mirada, y sigue viendo videos.
Salgo del despacho.
Cabreado.

Como también estoy organizando el viaje de este finde largo a la playa, precisamente ayer se pusieron tres o cuatro personas de acuerdo para empezar con los "no sé si voy", "espera que te confirmo luego" o "sé que te dije que no iba, pero creo que sí voy, aunque quizás venga un amigo si puede, pero si fulano/a no va, no sé si ir". Opté por ponerme borde (me salió natural, en realidad). Pero es el victimismo de la circunstancia. No puedo hacer nada.
Cabreado.

Decido que el tipo del banco no me va a joder el finde (si tardo en el banco, llego tarde al trabajo, salgo tarde, me mudo tarde, me acuesto tarde y descanso poco, por lo que el finde, en vez de pasarlo haciendo mil cosas me lo paso durmiendo), así que decido coger el toro por los cuernos y salgo antes, voy a otra sucursal, cobro el cheque en 5 minutos, recojo la guitarra y me voy a casa a hacer la mudanza.
Mis cosas gozaban del efecto multiplicador. Cuanto más empaquetaba, más cosas salían de la nada.
Menos mal que Federico me echaba una (gran) mano. Le debo una.

Mi vecina (que es mi futura casera, atención) me hace cuatro o cinco visitas, hablándome de los derechos y obligaciones de las partes contratantes en los inmuebles egipcios. Vamos, cubríendose las espaldas. Su forma de razonar, muy del lugar, está fuera de toda lógica, la verdad. Pero eso es otro tema. Debo una entrada sobre "el capitalismo en Egipto y sus formas"

Ahora tengo todo apilado en el salón de la nueva casa. Y cada vez que lo miro me entra media risa floja y otra media de "¿de dónde ha salido todo eso?"

No sabéis las ganas que tengo de desconectar.
¡Ah! Noviembre promete ser movidito. Muy movidito.

Para los lectores españoles con inquietud por conocer un poco sobre su sistema político diré dos cosas:
1. Leed este artículo

2. Democracia 4.0