Para este espléndido tango le rimaba lo mismo 20 que 30, pero, desde luego, se lanzó a los 20.
¿Por qué? Porque 30 sí son algo.
Nunca fui un gran sentimental para lo de los cumpleaños. Mi familia no goza de una gran tradición para celebrar nada, las cosas como son. La emoción de un festejo podría equipararse a la de comerse el primer polvorón en una aburrida tarde de finales de otoño. Algo especial, pero nada del otro mundo.
Lo malo de girar el globo es ver que otras personas adoptan actitudes muy diferentes ante situaciones similares (como un 30 cumpleaños, por ejemplo). Y eso, de forma irremediable, hace que uno le dé un par de vueltas al coco. Esto me ha pasado al hablar con mi amiga Emma.
La melancolía en este tipo de pensamientos y la tristeza que la acompaña son de esos sentimientos que no aportan nada, que no sirven para nada, pero que condicionan el comportamiento general. En la mano de cada uno está el dejar que afecten o no o en qué medida.
Como conclusión de esta reflexión, creo que fui educado (hablando en general) en la extrema bondad y confianza en para con los demás. Es decir, en estar siempre atento a otros para poder hacer una cosa u otra y, si se van al fiasco los planes, sólo poder culparse uno mismo.
Esto ya no vale.
Y esto lo enlazo con mi futuro viaje de Eid. Hace muchos años dije que no volvería a viajar solo, pero citando a un aventurero digo que "en cuanto a lo de viajar solo, ¿qué coño? Si es así como tiene que ser, que sea así"
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