martes, 29 de junio de 2010

Día 11. Fin


Día 11. Sábado.


Durante el sueño (cuando consigo conciliarlo por culpa de la luna) trago más arena de la prevista y, además, paso frío. Mucho frío. Al día siguiente me dolía la espalda. Estoy hecho un abuelo, aunque supongo que la caída por la duna gracias a Juan tampoco ayudó mucho.

Recogemos todo y nos vamos hacia Farafra, donde aprovecho para comprar algunas vasijas.
De ahí a Abu Monqar, a esperar el bus de las 8:30 (ese mismo que iba a llegar a las 18:30) para volver a El Cairo.
Llegamos a las 6:30 a.m.
Casa.
Ducha.
Trabajo.
Juan y yo somos dos zombies en la oficina. No vemos la hora de volver a casa para dormir.

Han sido 11 días duros, de dormir poco y regular.
He visto cosas que nunca pensé ver. He estado en sitios de los que apenas oí hablar y que nunca me planteé visitar. He conocido a gente de todo tipo y he tenido muchas experiencias. Diferentes todas. Han sido 11 días que llevaré en "la mochila" y que dificilmente olvidaré (alguno más que otro).

Espero que mis colegas vivan cosas parecidas, cada uno en su estilo y según sus gustos. Yo, de momento, estoy más que satisfecho y, eso sí, ¡hecho polvo!

Sed buenos, me voy a dormir.

Día 10. El gran mar de dunas


Día 10. Viernes.

Llegamos a Abu Monqar a eso de las 4:30 a.m. Juanjo no se equivocaba. Menos mal que se mudó hace poco desde Dakhla hasta aquí.
Nos recoge en su 4x4 y nos vamos directamente a dormir a una duna, en mitad del desierto, justo cuando empieza a amanecer... qué foto.
Al cabo de un rato nos despertamos y, después de enseñarnos los alrededores, vamos a su casa, donde nos espera Elke, una maestra de Reiki, alemana. Comemos, descansamos y nos ponemos rumbo al desierto. Esta vez hacia el Este.
Este desierto es de piedra pequeña y arena fina.
Vamos en dos coches. Juanjo y Elke en uno. Juan y yo en otro guiado por dos beduinos.
Pasa lo increíble: nos perdemos. Dos veces. ¿Por qué? Porque vamos buscando un valle que servía de punto de encuentro para las caravanas que iban a la Meca.
Damos con el valle (algunas horas después).
Sinceramente, el valle no tiene nada. Bueno, tiene un pozo, que ya es algo a cientos de kilómetros de la civilización, y también restos de vasijas de quién sabe qué siglo.
A partir de ahí levanto el dedo en turno de consulta y solicito ir a un desierto que sea diferente a aquel que hemos visto. Concedido. Nos vamos a las dunas.
Y sobre la mayor de la zona fue donde establecemos el campamento y dormimos.
Se pone el Sol mientras sale la luna (llena).
Todo un espectáculo de la naturaleza.

Me encanta el desierto. Está tan limpio.

Historias en el fuego. Risas. Sesión de Reiki (que contra todo pronóstico, funcionó) y a dormir.

lunes, 28 de junio de 2010

Día 9. Bus


Día 9. Jueves.

Parece que el estómago da tregua. Entre no comer y el medicamento, se ha apaciguado.
De nuevo al curro, a tope. Salgo tarde y me voy a casa a hacer la maleta.
No, a deshacer y a rehacer.
Me recoge Juan y nos vamos a la estación de autobuses.
Tenemos billete para Dakhla, el penúltimo oasis del país antes de Sudán.
El autobús sale a las 18.
Me llama Isabel con una buena noticia.
Llamo a Juan para decirle que acabamos de salir:
- Ah. ¿Salís ahora?
- Sí, sí. Ahora mismo. Las 18:15.
- Perfecto. Entonces llegáis... mmm... a las 4.
- ¿10 horas? - digo yo. Y teníais que ver la mirada de susto de Juan.

Al menos el autobús es cómodo y el estómago no da guerra. Al menos estamos ahí porque queremos...

...y al menos no vamos de pié como alguno de los locales.

Día 8. Home sweet home

Día 8. Miércoles.

Llego a las 7 de la mañana, con retraso, colas en el visado, problemas con el equipaje, con el taxista.
Me doy una ducha y me acuesto un poco. Se me fue de la mano. El estómago, la fiebre y el cansancio pueden conmigo.
Me despierta Juan al teléfono a mediodía, sugiriendo que me dé prisa. Así lo hago. Todo son problemas (en parte por un descuido mío, en parte por falta de entendimiento). No pasa nada. A currar.
Por la tarde intento echarme un poco pero no puedo. Tengo mil cosas. Veo a Wieke, Yasmin, me despido de Rachma (que se va a Dubai unos meses) y veo a Anthony. Me voy a la cama. No puedo dormir hasta las 2. Va a ser una noche larga.

Día 7. Nuestros muchachos

Día 7. Martes.

España tiene la base de la operación Atalanta, para la lucha contra la piratería, en Yibuti. Exactamente dentro del cuartel de las fuerzas francesas, al lado del aeropuerto.
Los chicos están bien. Por lo visto, mejor que en Afganistán.
Tienen un avión y pocas armas. No las usan... y mejor así.
Me tratan genial. Paso toda la mañana con ellos.

Llego un poco tarde a la base porque el del hotel me retuvo en contra de mi voluntad. Esto es lo que pasa cuando el cliente paga el precio acordado y el dueño decide que es un poco más y... el cliente dice que no paga y que se va al aeropuerto.
Cerrojo a la puerta.
Mi reacción, sabiendo que España no tiene embajada allí y que la cónsul honoraria está dos meses fuera del país, es llamar a los militares. Se lo comento al tipo y se pone nervioso. Empieza a empujarme pidiendo su dinero. Gracias a Dios, no pierdo la calma (mis amigos saben que el que la pierda es algo complicado). Ahora que lo pienso la situación no fue nada divertida.
Entonces llega una señora somalí y con toda educación y en un francés perfecto conversa conmigo y llegamos a una solución salomónica.
El tipo no queda convencido pero me deja salir.
Y me piro a la base.

Me acercan al aeropuerto y vuelve a ocurrir ese tipo de cosas que pasa donde menos te lo esperas en este mundo, enano, minúsculo.
Oigo italiano.
Me giro y saludo con una sonrisa y un "buongiorno" que ni Dante.
El hombre y su pequeña hija me saludan y empezamos a charlar.
Resulta que este señor vivía en Eritrea donde tiene una heladería italiana artesanal. La situación se complicó y ahora tiene otra en Yibuti. Está casado con una eritrea y, se van turnando de país. Tenía parada en Yemen.
Allí nos recoge su amigo y nos lleva a comer al restaurante de la mujer de este. Todo buenísimo. El trato, como en casa... a miles de kilómetros. Un par de horas en familia.
Cuando me despido, aprovecho mi tarde de tránsito en Sana'a para contactar con mis colegas. Les veo una vez más. Una última despedida y promesas de volver a este maravilloso país que recomiendo a todos.
Compro lo que me falta: dos faldas yemeníes y café.

El dolor de barriga se agudiza y tengo que ir al baño. Tengo fiebre. Tengo que aguantar unas horas y llego a mi casa.

Aeropuerto.

Día 6. Djibouti city


Día 6. Lunes.

Yibuti es un país pequeño. Tiene poco más de 800.000 ciudadanos. La capital, homónima, tiene 600.000.
Históricamente es la región de la tribu de los Afar, de carácter tranquilo y suave -por no decir, quizás, débil-. Llegaron los somalíes, etíopes y otros vecinos, de carácter más violento, duro o impositivo -por así decirlo-.
El resultado es que en Yibuti no se puede encontrar nada "típico de Yibuti" salvo la bandera porque todo es somalí, etíope, eritreo o yemení. O una mezcla de todo. Con el tiempo se aprende a identificar la procedencia de la gente: el somalí es muy negro, el que es más claro con rasgo europeo es etíope, árabes y, sobre todo, mezclas étnicas.
Emiratos Árabes Unidos, sobre todo Dubai, están muy interesados en este pequeñísimo país de África, puerta del Mar Rojo. Han construido un puerto comercial puntero en toda África, con zona franca y todo. Ya que se ponen, construyen, de paso, alguna que otra mezquita y meten un Imán emiratí que adoctrine al pueblo. Funciona. De aquí a nada tenemos otro país islámico. Otro más.
Yibuti no exporta prácticamente ningún producto autóctono. Todo el tráfico entra de China y sale de Etiopía.
Tengo otras entrevistas en la Cámara de Comercio, Banco Central y Oficina de Inversiones. Va todo bien. Como tiburón con Maria Grazia en un restaurante cerca de la playa "la siesta". Está tierno y sabe bien.

Voy al hotel a ducharme y a relajarme un poco.
Por la tarde salgo por el centro (la ciudad es minúscula) y me embobo con los edificios coloniales medio conservados. Soportales, plazas con palmeras, balcones de madera labrada. Es como en las películas. Es increíble. No me parece estar en Yibuti.
Compro algo típico en el mercado (exacto, una bandera, no me queda otra) en una de las peores experiencias de compra de mi vida (no será la última) por culpa de la agresividad verbal y del lenguaje corporal por estas tierras.
Quedo con Nuria y con Maria Grazia en el sitio de los zumos. El chico que atiende me recuerda del día anterior y me pregunta como estoy. Lo hizo de un modo tan sincero y con tal sonrisa que le digo a Maria que le dé mi camiseta de España cuando me marche.



Sé que le está grande, pero al fin y al cabo, la camiseta es mía. Ya tendrá tiempo de crecer el muchacho. Espero que los militares se alegren al verla.

De allí vamos fuera del centro, a una explanada donde, con un pequeño escenario, algunos yibutíes celebran su día de la música africana. Todo un ejemplo de humildad y de ganas de festejar. No aguanto mucho, tengo hambre.
Me voy con Maria a tomar algo mientras veo el partido de España (que gana contra Honduras). Termina el partido y me despido de Maria. Da gusto conocer gente así.
Vuelvo al hotel y confío en que las chinches y los mosquitos me dejen dormir.
Zzz...

domingo, 27 de junio de 2010

Día 5. El calor


Día 5. Domingo.

Madrúgón y carretera hasta el aeropuerto.
Llego a tiempo. Todo bien. Facturo y me pongo en la cola. No pasa nada de nada. Va todo bien. Estoy descansado (por fin logré dormir bien).
Entro en el avión.
Una hora.
Salgo del avión. Son las 10 de la mañana. Tenemos 37ºC y humedad relativa por encima del 50%. Es decir, para que me entendáis: una sauna con la puerta abierta.
Del aeropuerto voy a hacer mis visitas: Ministerio de Economía, Puerto de Yibuti. Mis misiones son dos: ver la situación de la deuda del Reino de España con Yibuti y recopilar información comercial sobre el país. Si hay tres españoles al año que viajan al país podríamos decir que soy uno de los tres españoles que mejor conocen ese país a día de hoy, jeje.
Después de todo me voy al hotel. Ducha caliente (no hay agua fría como comprenderéis).
Siesta y salgo con Maria Grazia (que conozco por Juan) a tomar algo, es decir, a ver a Italia en el mundial. Después del partido vamos a tomar un zumo de frutas donde conozco a posiblemente la única española no militar del país: Nuria (ACNUR). Quedamos para el día siguiente.
Al poco, diez tipos duros se sientan en la mesa de detrás. Militares. La ciudad tiene más de 9.000 soldados de diferentes países. Estos, españoles. Me giro y les saludo. Unos me miran como si fuera un fantasma, otros me preguntan si soy de la tele, otros me invitan a ver el partido de España -al día siguiente- en la base. Quedamos en eso y me piro a cenar.
Club etíope. Así se llama el sitio. Siguiendo los consejos de Maria Grazia, en una mesa con 26 franceses, no pregunto lo que es mi comida. Me lo como y punto. Esta bueno. La cerveza etiope también.
Me doy cuenta de que no he parado de sudar desde que llegué por la mañana. Me encuentro exhausto.
Cuando acaba la cena me despido y me voy al albergue. Tengo que madrugar.
No he pasado más calor en toda mi vida, palabra.

Día 4. Sana'a en moto

Día 4. Sábado.

Me levanto después de dormir regular otra vez. Me responden que son los efectos del kat cuando se lo comento.
No tiene puta gracia, jaja.
Por la mañana voy con Lotf (significa "amabilidad") a Inmigración, a ver qué pasaba con mi paso de 15 horas a la vuelta (¿a la vuelta de qué? -seguid leyendo)
No hay problema.
Aprovecho para ir a visitar la Mezquita del Presidente, en las afueras. Con capacidad para 20.000 personas y terminada hace menos de dos años, es una de las más bonitas que he visto en mi vida (y he visto varias). Es abrumadora. Lotf se ríe pero, al poco, se tumba conmigo y se deja contagiar por mi impresión.
Salimos de allí y quedo con Ayman y Abdullah. Vamos al mercado y a comer fuera del centro. Les acompaño a comprar Kat donde me encuentro con el jefe de policía que me dio el permiso para Menaha. Charlamos un poco y me hago una foto para el recuerdo.
Duermo la siesta, cosa que casi nunca hago. Me vuelvo a pirar con Lotf y su moto hasta las montañas que rodean Sana'a para fumar una shisha. Qué buenas vistas.

Compro postales que nunca enviaré (de momento) y me paseo por el centro con Mohammed. Compro varias cosas (dos "yimbias" y un cinturón), paseo y paseo hasta que quedo con Albert y Laura, amigos de Holly. Tomamos un té de jengibre. Hablamos de la situación del país, de las diferencias con Egipto, de al-Qaeda, de Israel (ese país que ya sabes que no podemos nombrar, guiño, guiño). Vuelvo al hotel y, tras charlar y despedirme de Mohammed, Abdu, Lotf y Omar,me voy a la cama. Me espera un día duro.
Buenas noches.

Día 3. La boda. Hajarah

Día 3, Viernes.

Madrugón bueno. Me ducho y me preparo en tiempo record. Bajo al salón y... están dormidos.
No pasa nada. Les despierto con confianza. Se preparan. Juntos, Mohammed, Abdu, Ayman (el chófer) y yo vamos a tomar el desayuno típico: unas tortitas con una especie de té con leche rara. Delicioso. Me recuerda al "pan tostao" de los sábados por la mañana en casa cuando era pequeño.
Desde ahí, a las montañas.

Primer control: se creen que soy local y no piden el permiso.
Segundo control: me identifican como extranjero y empiezan a pedir explicaciones sobre por qué el primer control no ha informado. No pasa nada. 10 minutos retenidos.
Controles, controles.... y llegamos a "Menaha", en lo alto de la montaña.

Después de la visita a la mezquita blanca de la ciudad nos dirigimos a "Hajarah", aún más arriba. El día estaba algo nublado. Estábamos rodeados de tierras de cultivo de altura, en terrazas, al mismo modo que hacían los incas tal y como lo conocí en Perú. Plantaciones de café y kat.
Bajamos del coche en plena hora del rezo del Viernes (es el más importante, como la misa del Domingo a mediodía para los católicos). Nos internamos en el pueblo, antigua residencia de judíos que lo dejaron abandonado hace siglos y, definitivamente, en 1948 (fundación del Estado de Israel por la ONU). Calles estrechas que suben y bajan. Humedad, fresco, ladrillo, niños corriendo, puertas de madera y acero forjado. He dado un salto en el tiempo.
Salimos del laberinto y llegamos hasta la mezquita. El rezo ha terminado. Están celebrando mientras suenan tambores y bailan el baile yemení, esgrimiendo la "yimbia" en alto, chillando y girando en corro.
Me pregunto si eso es normal después de cada rezo.
No. No es normal.
En ese momento, uno de los que baila, Abdullah, identifica a Mohammed y le llama. Me presentan.
No, no soy egipcio. Arabe tampoco.
No se hable más, es la boda del hermano de Abdullah. Estoy invitado al convite, a la mesa de la familia para el banquete.
Y qué banquete. Madre mía. Todo buenísimo.
Por supuesto, todo por tierra salvado por una manta.
Entrantes, primeros, segundos, terceros y postres. Todo son risas, miradas (de desconcierto y de complicidad) e invitaciones a más comida.
Después del banquete fuimos a una gran tienda montada ad hoc donde teníamos música, bebidas no alcohólicas y, por supuesto y sobre todo, kat.
El Kat es una planta que mastican (como los peruanos la hoja de coca en las regiones de altura) y rige el ritmo del país a partir de la comida. Tiene facultades, digamos, psicotrópicas blandas. El cultivo se destina cada vez más a ella y dicen que representa sobre el 40% de la economía del país (no oficial).
Es asqueroso.
Los efectos se aprecian cuando se toma durante unos días, es decir, cuando uno está acostumbrado. Después de probarlo durante tres días, tengo una herida en la boca y decido sabiamente dejarlo. Tampoco he conseguido "ver las estrellas cuando el Sol está más alto" como me decía Omar. Otra vez será.

A la hora apropiada, de vuelta a casa. Tengo que estar de vuelta en Sana'a de día por el tema de los secuetros, que son de dos tipos:
1. Tipo al-Qaeda. Estás muerto. Te matan delante de una cámara o estrellan un coche bomba contra el tuyo.
2. Tipo político. Te paran el coche. Te reconducen a una casa en las montañas durante dos días. Te dan de comer, haces trekking, comes Kat, bebes, paseas a caballo. Todo eso mientras piden que liberen a un preso que bebió alcohol en público o que escribió algo contra el gobierno. Tomadlo de forma literal. Pude conocer a una "víctima" de este tipo de secuestro.

De vuelta a Sana'a, cena y a dormir. Estoy K.O.

Día 2. Amanezco en la tierra del café Mocca, Yemen


Día 2, Jueves.

Llego tarde, muy tarde. Del aeropuerto por 10USD al albergue "Dar el-Dahab -Golden Dar-". Soy el único huésped, aunque no lo descubriré hasta poco antes de marcharme.
Duermo regular.
A las pocas horas me despierto, descubro que el ambiente es fresco pero se nota que se acerca el verano.
Se oyen cantos de llamada al rezo, se oyen perros ladrando, voces gritando.
Duermo a trozos.

El centro de Sana'a, capital de Yemen, está declarado Patrimonio de la Humanidad por la ONU (que para algunas cosas sí que sirve). No sé muy bien por qué esto hasta que me doy una vuelta por las calles.
Es indescriptible.
Y lo más increíble es que se conserva más o menos igual desde el medievo.
Aún me quedan muchos países de Oriente Medio por conocer, pero me da que por algo llaman a Yemen la "joya de arabia".

Las mujeres van cubiertas según su tradición. Los hombres, con la "yimbia" en el cinturón de la "galabeya" o de la falda ("manouze").
No se pueden creer que no sea árabe o musulmán o las dos cosas. Reconocen mi acento egipcio y quizá algo más también. Sueno "raro", pero divertido. Sonríen cuando les hablo.
Caigo bien. Me tienen como a "uno más".
Y esto lo aprovecho para irme al zoco con ellos, de compras con ellos y recorrer todo el centro.
Comento mi interés por ir a visitar las montañas Haraz. Me dicen que es posible, pero que necesito un permiso de viaje que da la policía.
Me lo dieron.
Como "selta": carne a modo de cocido, muy caliente, muy muy caliente.
Me harto de "hobs" (pan) que es delicioso. Pruebo su té y pateo las calles.

Al acabar el día, partido del mundial. Cierro mi transporte a las montañas para el día siguiente.
Abdu me dice que él no puede venir conmigo, que se tiene que hacer cargo del albergue. No pasa nada, Mohammed vendrá conmigo.
Voy a dormir temprano que tengo que madrugar.

Día 1. Juega España contra Suiza


Día 1, Miércoles.

El partido fue un fiasco que, a día de hoy, parece un mal sueño y, más bien, un espejismo de un futuro temido (qué poético me ha quedado). De momento, clasificados, que es lo que importa.
España pierde contra Suiza. Son cosas que pasan, el fútbol es así, etc...

No puedo celebrar nada con mis compatriotas ni con Jon (porque perdimos).


El resto del día, a toda velocidad: a casa, a hacer la maleta.
Y al aeropuerto.

Hora: 23:15
Destino: Sana'a, Yemen.

miércoles, 16 de junio de 2010

El viaje


Queridos mapamundis andantes,
una vez más el deber me llama. El deber y algo de ocio, claro está.
Esta noche, después del partido de "la Roja" un servidor se marcha de viaje.
¿Dónde? ¿Por qué? Eso lo descubriréis en el próximo capítulo, que espero que no se haga mucho de rogar.

Una semana fuera.

Si no escribo pronto es que los chicos malos han decidido que debo hacer un intensivo de árabe (hay que tomarse todo esto con humor).

Sentido común. Ganas de cambiar el mundo. Dejar de jugar a su ritmo.

Sed buenos

miércoles, 9 de junio de 2010

Sobre el cuidado a la hora de responder correos

Queridos patriotas (cada uno de la suya),
está claro que no se le pueden pedir peras al olmo. Hoy me ha pasado algo que quería compartir con vosotros.
Es una historia muy breve:
rase una vez una beca para promocionar a España en el extranjero. Muy recomendable. El programa consistía en un Máster de Gestión Internacional de la Empresa (de comercio exterior, para que nos entendamos) considerado, con motivos, el mejor de España en su materia; un año de prácticas en una Oficina Comercial de la Embajada, y un último año de prácticas en un departamento de exportación de alguna de nuestras necesitadas PyMes.
Pero entrar en este ciclo no es fácil. Las pruebas son duras y la competencia, feroz. No es de extrañar. Mucha prueba para ver que no van a enviar a un patán.
El papel del becario se resume al trato con empresas locales y españolas y a estudiar el mercado local.




Aquí venía un intercambio de correos que tengo que retirar no por nada, sino porque rectificar es de sabios (lo digo por la otra parte) y, al final, todo quedó en un malentendido (además del maletín con billetes que me han mandado los del gobierno :P)

En resumen, la persona que los escribía me confundió con un conocido, para el que, sin duda, hubiese sido una excelente broma (pero no para un desconocido).


De todas formas dejo la parte de las becas esas, que parecen bastante interesantes. Igual algún día la pido y todo.