miércoles, 27 de enero de 2010
Imbaba, niños y la Gnossienne.
Liebe Alle,
el pasado fin de semana tenía ganas de pirarme. Hubo un par de elementos que impidieron el plan inicial de tirar milla a las playas del Sinaí: las inundaciones(con muertos y heridos), los cortes de luz en la zona, las carreteras bloqueadas por desprendimiento, el descenso brusco de las temperaturas, la mar en marejada, la cancelación del kilometraje ilimitado en el coche de alquiler (está a +600 Km. de El Cairo), la falta de reserva en hoteles y la caida de uno de los tripulantes a última hora hizo que, tras brevísimos minutos de reflexión, decidiéramos no ir.
Me quedé un poco decepcionado, la verdad. Tenía ganas de salir de la ciudad. La misma ciudad te lo pide al cabo de un par de semanas.
Vista la situación empecé a preguntar en busca de planes. Tenía ganas de hacer fotos a seres humanos, a las personas. Se lo dije a Vincenzo y se animó. Me invitó a ir a Imbaba, un barrio al norte de Gizah [Gizah está pegado a El Cairo como Triana a Sevilla. Se encuentra en la orilla Oeste del Nilo y, bajo su gobierno están las pirámides de Gizah -de ahí el nombre-]. Dokki, donde vivo y trabajo, está en Gizah.
Sigo.
Este barrio, hace muchos años, antes de la masiva urbanización del siglo XX, era el destino final de los camellos que procedían de oriente medio y, sobre todo, del cuerno de Africa, así como Sudán. Hoy, el mercado se mantiene en su versión de utensilios, ropa y comida, pero pocos camellos. A día de hoy el mercado se encuentra más al Norte. La periodista Francesca Cicardi lo describe muy bien en su ARTICULO.
Estuvimos por el barrio, perdiéndonos por las calles. Pillamos un 'tuktuk' (lo que en la India se llama 'Rickshaw') que atravesó el barrio por las calles y avenidas (?) y nos dejó en el barco que atraviesa el Nilo hasta la isla de [me falta el nombre], al norte de Zamalek y destinada a la plantación de plátanos, cebollas y otros cultivos menores. En esta isla hace mucho, mucho, que no ven extranjeros.
Eramos, sencillamente, extraterrestres.
Un par de fotos a los más receptivos, los niños. Declinar invitaciones a comida. Caminar. Beber. Comer fruta. Disfrutar del aire limpio. Respirar a pleno pulmón.
Aquí nadie quiere fotos. Nadie excepto los niños.
No entienden ni qué ni por qué fotografío. Miran a su alrededor y se preguntan qué veo, por qué hago fotos.
Les pido amablemente a varios rostros impactantes si les puedo inmortalizar. Nada. Ninguno. Tapa a la cámara y carretera.
Pero alguna sí que se hizo gracias a la velocidad del tuktuk y el espíritu distraídamente comunista de algunos vecinos. El resultado es ESTE.
Después, vuelta a casa, cansadísimo.
Sábado, estudiando árabe. No os voy a contar mi vida, pero esto quería reseñarlo.
El Domingo descubrí que la Gnossienne 3 de Satie es la pieza que versiona R. Galiano en el acordeón.
Ha sido como si descubriera que los Reyes Magos de Oriente, en realidad... ¡EXISTEN!
Besos a todos, zagales.
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