lunes, 14 de mayo de 2012

La policía cairota, defendiéndonos de los sujetos peligrosos

Ayer fue un día extraño.
Un 13, de Mayo.
Sin duda, pasan cosas raras (pero naturales) en España y también en Egipto. 

No sé si mencioné que mi karma está de vacaciones desde finales de Marzo (que yo sepa) y la inestabilidad, marcada por cambios de humor e incapacidad para discernir sobre las opciones de un futuro casi inmediato, se apodera de mi modus vivendi.

Allende de todo esto, y mencionando el hecho "for the record" de que ayer fue el 32º cumpleaños de Matteo, os voy a contar una breve historia que me mantiene pensativo.

No iba a contar nada, pero he leído ESTO y me he dado cuenta de que si no cuento nada, es como si no existiera y el mundo fuera un lugar perfecto.

Fui al cumpleaños de Matteo con varios amigos, entre los cuales estaba Yara, una amiga local. Al llegar al portal de mi casa me pidió que la acompañara al coche (a 10 metros) y una vez allí, nos quedamos charlando tranquilamente, con las puertas abiertas, disfrutando de la fresca y húmeda noche cairota.
Cuando digo charlando me refiero a que estábamos hablando. Nada de pelar la pava, manitas ni cosas por el estilo.
Cuando digo puertas abiertas, es justamente eso y simbolizando que estábamos a la luz de una farola sin escondernos de nadie.

Es decir, una charla tranquila.

Fue entonces cuando llegó un policía de paisano, acompañado de otro policía de uniforme de los que están perennes 24/7 en el portal de mi casa (porque hay una oficina de algo de Israel) y sin mediar ni un "buenas noches" pide identificación y los papeles del coche.
Al preguntar yo qué pasaba, me piden también la documentación: DNI o Pasaporte. Le doy el DNI y me pregunta mi país. España. Tal cual.

Faltan algunos de los papeles del coche.

Ella no paraba de preguntar qué ocurría y el policía siempre dando respuestas vagas, que si esta zona de parking es de residentes, que si faltan papeles. Ella responde que yo vivo ahí y pregunta si andan pidiendo los papeles a los dueños de todos los coches aparcados.

Me sorprendió el tacto, la perspicacia y el humor de ella en todo momento, a pesar del mal trago por el que sin duda estaba pasando.
Yo no dije nada en ningún momento porque no entendía toda la situación: no es mi país y no sé cómo cualquier cosa que yo diga puede repercutir posteriormente en ella. Así que mejor calladito y educado.

En resumen: sin decirlo, vinieron a poner problemas porque estábamos en el coche. Parece ser que eso molesta a la sensible y débil moral de muchas personas de la zona, empezando por los policias.

"Imagina que si nos hubiéramos besado o algo así -me decía ella al final- hubiésemos pasado un buen rato en la comisaría. Hace tiempo, un policía así no se hubiese atrevido ni a hablarme"

Nos vimos obligados a despedirnos.
No pude dormir hasta mucho después. Estuve dándole vueltas al coco, preguntándome sobre lo que había pasado y hasta qué punto puede llegar a ser algo normal aquí.
Me ardían las entrañas de impotencia.

Esto no hace más que confirmar aquello de que las revoluciones son personales y este país, a menos que cambien muchas cosas, en vez de una revolución, y bajo el mismo criterio, se enfrenta a una involución social por falta de una conciencia general.


Esta mañana me desperté a las 7:30. Me despertó el sonido del chaparrón que estaba cayendo.
En El Cairo.

En Mayo.

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