Tailandia (I) Bangkok

Me lo paso de "Buddha" madre

Comparar no vale. Es feo. Es mal. Sería como tomar Francia y Alemania y preguntar ¿cuál es más bonito?. Me perdería en una lista enorme de virtudes o lo que parecen defectos pero no podría comparar ni responder.
Creo que cualquiera se perdería o se tropezaría con dilemas o incurriría en injusticias. Nos valdría a nosotros, pero no sería "la verdad". 

Lo que sí digo es que no me esperaba una Tailandia así; al menos, un Bangkok así. La occidentalización es patente pero se conserva mucho regusto a Asia. Menos inglés del  que me esperaba, más limpio de lo que pensaba, más alto, moderno (rascacielos) y tradicional (templos). Más religioso, sonriente y estético. Lleno de colores, sonrisas, inclinaciones de cabeza y olor a comida. Picante como lo anterior, si no más.

Canales en el centro de Bangkok con "taxis" acuáticos

Llegué en una acalorada madrugada y pensé que la ciudad dormiría. Nada más lejos. La ciudad mantiene buen ritmo también por la noche, como cualquier ciudad cosmopolita, moderna y vibrante que se precie.

Si tengo que hablar de mis lujos (o mi buena suerte, en este país tan supersticioso)  tengo que hablar de tener a "Oscar en la ciudad", un viejo compañero de fatigas de la Oficina Comercial de El Cairo. Es siempre reconfortante tener una cara amiga en cualquier lugar del mundo, algo que cada vez le da más sentido a la frase aquella que dice que "ya no viajo a sitios, sino a amigos".

Oscar supo mostrarme, como sólo él sabe, la esencia de la ciudad: el pulso de su gente y la belleza de sus sitios, en un intensivo. Tuvimos de todo: Chinatown, templos, pingpong, Kaosahn Road, comida local, kioscos, barcas, canales, centros comerciales, Muay Thai, parques, rezos,  palacios...

Bangkok hubiese sido muy diferente sin él. ¡Gracias!

Oscar sacando los números de la suerte

Palacio Real (Wat Phra Kaew) desde Sanamluang Park

El Columpio (the Swing)

En general, del sitio puedo hablar poco porque pocos días llevo. Pero sí puedo hablar de las sensaciones que me inspira. Obviamente, doña Nuria sabrá afilar esto mucho mejor, pero creo que el país es muy "sexual" sensorial. Esto no significa sólo prostitución (que es ilegal, aunque la haya). Me refiero más a la familiaridad con los sentidos más humanos y la interación con los demás, incluyendo el aspecto sexual y todo lo referido a ello: miradas, contacto, cólores, olores, comidas, templos, taxis amarillos, rosas, blancos, edificios dorados, dragones, farolas de charol chinas, uñas de chicas de mil colores, camisetas de todos los gustos, formas y colores, rascacielos, chabolas, Toyotas de los '80 y Volkswagens del 2013, motos, bicis, rickshaws, tuktuks, barcos, barcas, luces, neones, silbatos (y pocas bocinas), sonrisas, sonrisas, sonrisas, puestos de calle, tiendas, 7/11, centros comerciales, más centros comerciales, metro, bus y skytrain, pagodas y palacio real y fotos del rey y su señora por todas partes, chicas guapas y feas y chicos feos (las cosas como son), frutas, fritos, insectos, rollitos de primavera, Chang y Sigrah, más neones, más risas y atardecer en el Golden Temple...

No están tan pendiente del turista. No lo contemplan como alguien especial (como sucede en otros tantos países) sino que lo adoptan como algo que está ahí mientras ellos siguen a su rollo, haciéndonos parte de su rutina. 

Personalmente, estoy en una especie de descompresión. Traía varios planes que se van modificando (normal, en mi situación). Estos días me han dado para reflexionar sobre esto y, aunque aún sin resultado, para decidir sobre la futura ruta. Bangkok está muy bien, pero si me quedo más, me tengo que buscar una casa para quedarme (porque Bangkok es para vivirla)... y no es esa la idea. La idea de todo esto es distinta.

Y creo que necesito un proyecto personal para aprovechar la experiencia a tope.