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Mi habitación en Darjeeling -a Marta |
La cabina del avión, a estas alturas del viaje, era una cápsula espacial: fría, blanca, aséptica, voladora, insonora y con gente sonriente sin motivo, sólo porque sí, y que nos transportaba a todos de un mundo a otro, de tierra a isla, de India a lo que llaman India.
Dos horas voladoras de "stop" después de tres meses de trenes, vacas, rickshaw, ruido, humanidad..., que me llevarían a "otra parte", al quinto pino, que dirían algunos.