miércoles, 21 de diciembre de 2011

A colación de la entrada anterior

Hoy he ido a la Plaza Tahrir.
He ido al Mogamma, un edificio que recuerda al mismo de "Asterix y las doce pruebas", a por mi pasaporte con la nueva visa. He tenido que ir dos veces (entra dentro de lo previsible).
En mi primer viaje de vuelta a la oficina, cuando iba en el taxi, la gente se cruzaba de un lado a otro de la calle, los coches se cruzaban para dar la vuelta en el puente. Sí, en mitad del puente.
Las motos iban rozando los coches mientras hacían zigzag, con sus dos o tres o cuatro ocupantes. Algunos pilotos eran niños.

En uno de los frenazos (no recuerdo si era para esquivar a un peatón, evitar un choque con otro coche o atropellar una moto o burro), el taxista, un señor con gafas, piel curtida y rostro ausente, originario del sur, pero criado en El Cairo, cuando dejó de chillar por la ventanilla, volvió en sí y "se dijo" (le dijo al mundo):
- Az-zaura. Az-zaura fi kollo hat. Bas en-Ness a3izyn az-zaura goa. GOA!
(Revolución. revolución por todas partes. Pero lo que necesita la gente es una revolución dentro. DENTRO)
Esto lo decía mientras se golpeaba el pecho con el puño.

Teníamos la carretera vacía por delante, así que no me preocupe por su acelerón apasionado.

Le dije que tenía razón (-Inta sa7, ya hag). Me salió del alma, palabra.

Entró en un discurso que me sorprendió por básico y por correcto y acertado.
Versaba sobre cómo se va a cambiar un país cuando un país son sus ciudadanos y todos los que en él habitan, y cómo se va a pretender un cambio profundo si todos siguen actuando de la misma forma.

El primer síntoma del cambio son las revoluciones personales.
No basta con quererlo, hay que hacerlo real.

Es frustrante.

1 comentario:

  1. Desde aqui es el único sitio para desearte:

    FELIZ NAVIDAD

    ps. Gracias por tus vivencias.

    ResponderEliminar