domingo, 13 de noviembre de 2011

Jordania


"El mundo es un libro y los que no viajan leen sólo la primera página"
- St. Agustine.



Hay viajes de todos los tipos, formas y colores. Al final es algo muy subjetivo.
Este, en concreto, empezó siendo una casualidad mal montada. Una vez que el tiempo dio la razón a mis temores (cuando Alberto me dijo que no vendría conmigo) me enfrentaba a un viaje solo. De nuevo, solo. Un viaje que, además, no me apetecía hacer, o, mejor dicho, que me apetecía menos que el que realmente tenía previsto antes de dejarme convencer por un Italiano parlanchín, vecino de la peor calaña de Nápoles (con todo mi cariño, Zappa).

De mi padre, después de mucho insistir en la vida, aprendí que quejarse sirve de muy poco. Y, si sirve, los frutos saben algo amargos. Así que hice de tripas corazón y me lancé a preparar un viaje diferente. Ya que estaba metido hasta las orejas, al menos lo haría a mi manera y con mis tiempos.

Resulta que va a ser cierto lo de que "está escrito" en esta tierra de Allah cuando, a penúltima hora, mi querido Abdelaziz Hussein de Todos los Santos y la Santísima Trinidad, conocido como Zizo, (el mismo que presenté en el capítulo anterior), decidió adherirse a mi programa. Se lo comenté superfluamente.
Y confirmó la orden.

De Jordania hicimos lo que hace cualquier turista: lo que se tiene que hacer. Esto es: Petra, Wadi Ram (el desierto rojo) y el Mar Muerto. Algunos paquetes vacacionales incluyen algo del Norte, como Jerash y Oum Quays, desde donde se obersvan el Lago Tiberio, Israel, Palestina, Siria y los Altos del Golán (y algunos pastores y vacas sueltas). También lo apuntamos en la lista.

Pero, como decía, algo más de lo que no se conoce. Algo donde la programación no tiene cabida y la improvisación, el destino y la suerte juegan un gran papel.
El plan incluía ir de Petra hasta el Mar Muerto. ¿Cómo? Como se pudiera. Eso sí, por el interior y por los valles, haciendo trekking, como las cabras o como los mejores caracoles.
Y así fue. Contra todo pronóstico.
Zizo se portó como un campeón y buen compañero, y sólo se quejó cuando el sentido común lo imponía a base de bien y con motivos.

Los paisajes, indescriptibles. Pero si he de destacar algo de este viaje es su carácter humano. Tuvimos el privilegio de poder tratar con muchos tipos de personas, de muchas partes diferentes. Después, comentábamos entre nosotros qué es lo que nos llamaba la atención y por qué.

Lo mejor: las noches en Feinan. El sentimiento de estar en familia, de ser unos más, de encontrarse con aspectos desconocidos de uno mismo y obersar este mundo desde lo ojos de otros. Un mundo diferente y único que se quedó impregnado en mi memoria.

Este viaje queda relatado en este blog hermano. Está en inglés, por motivos prácticos, pero se puede utilizar el traductor de google (aunque no sea demasiado acertado).

A modo de resumen, os dejo algunas de las fotos AQUÍ. Iré subiendo más los próximos días.

1 comentario:

  1. Magnifico viaje.Supongo que no repetiras, pero nos contaras el próximo. Enhorabuena.

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