martes, 18 de octubre de 2011

Peluquería en El Cairo

Un Viernes por la mañana se pueden hacer muchas cosas en El Cairo. 
El pasado, en concreto, quería dedicarme a hacer algunas que tenía pendientes. 
Entre ellas, cortarme el pelo, que casi que me podía mesar a gusto y parecía más bien un nido de cigüeña (como me gusta escribir esta palabra) que una nutrida y rizada cabellera. 
Para no romper con los ritmos locales, no pude hacer nada hasta la hora de comer. Las cosas que siempre pasan: "está cerrado", "el ordenador no funciona", "el dueño no está"... lo de siempre. Menos mal que he aprendido a vivir con esto. 

Pero la peluquería estaba operativa (mirad por donde), así que ni me lo pensé (normalmente es algo que me lleva horas o semanas para decidir) y me sumergí por segunda vez en una peluquería local dispuesto a una sesión de "stravaganzza" cairota. Ya me imaginaba chasquidos de tijera al ritmo de la segunda parte del "Aires gitanos" de Sarasate, risas, humo (sí, humo, porque hay humo en todas partes), olor a comida, moscas, conversaciones en cuatro, cinco o nueve idiomas, mezclados. 
Le expliqué cómo quería el pelo, cosa que siempre he hecho y que siempre me han negado con un profesional "eso no se puede hacer" y mi consecuente frustración fugaz y posterior resignación.
Esta vez fue diferente. A mi pregunta de si lo había entendido, el peluquero, Ayman, me soltó un escueto "Yes" y se puso al lío. 

El ritmo del pelado crecía, al igual que mi confianza en el tipo. Iba a más a cada chasquido. Como servidor lleva más tiros pegados que Rambo, no bajé la guardia hasta el mismísimo final. Y bien que hice. 
En cierto momento decidí romper el hielo, visto que Ayman estaba extrañamente callado. Empecé con un árabe básico y fue ascendiendo a árabe-inglés hasta que nos entendimos en esa mezcla idiomática tan característica de estos lares. 
Ayman es profesor por las mañanas. Trabaja en una escuela en Agouza donde enseña música a los niños. Es pianista y toca música árabe en general, sobre todo egipcia.
Le mencioné alguno de los clásicos: Mozart, Chopin, Beethoven... Se incorporó, frunció el ceño y se señalo el oído. Me dijo: "Uuf, no, no. This hurts my ear"  [No. Eso hace que me duela el oído] Ahí queda eso. Y yo que me quejaba del Reggeaton.  La globalización sufre, a veces, pequeños fracasos que constituyen un gran éxito para la preservación de las culturas locales. Me alegro. 
Me habló de su música y de como, a la muerte de su padre, heredó la barbería, donde trabajaba por las tardes, sin horario concreto. Como el viento.

Su aire a Sean Connery no dejaba de divertirme, y me preguntaba una y otra vez si en España se toca el piano, si se habla árabe (muchos lo piensan), si es un país bonito. "Es precioso, pero lo están vendiendo" le respondí. No sé si me entendió, pero mi propio comentario me dio un poco de pena nostálgica.

Pero fue casi al terminar cuando Ayman, intentando espantar una de las moscas con la mano buena, la derecha, la de la tijera, se la dejó clavada en un ojo. Cayó al suelo de inmediato, sin moverse. Yo no sabía qué hacer. La sangre fluía por todas partes desde la herida. Me quité el babero y me eché sobre él. No respiraba. Intenté llamar a alguien de fuera pero todos me miraban como si no me entendieran.
Estuve a su lado durante un rato que me pareció una eternidad. Intentaba convencerme de que, aun no siendo "fan" de Beethoven, igual tenía alguna oportunidad de ir al cielo y ganarse sus vírgenes.
De repente, el cuerpo "inerte" de Ayman se estremeció y se incorporó. Se sacó la tijera del ojo y lanzó un grito que no era de este mundo. 

¡Ayman se había transformado en un zombi!

Y venía a por mí. Me miró con el ojo bueno, abrió la boca e intentó agarrarme. Resbalé hacia atrás por el susto (pequeño), pero pude incorporarme. 
La peluquería era muy pequeña (me acordé del cartel del bar de Alvaro Peregil, el de "no correr por los pasillos del baño"), pero afortunadamente, gracias a la "torpeza zombie", logré esquivarle con una de las sillas y le disparé desde la puerta, entre los ojos, con mi ballesta (que siempre llevo encima). Dos veces ("Double Tap")
Una vez derribado, le dejé las 30 libras encima del mostrador antes lanzarme a la calle. 

Logré llegar sano y salvo a casa donde me tomé un café con Patrizio mientras organizábamos la cena de su cumpleaños. 

Le expliqué lo de la peluquería, y me dijo que se alegraba porque me hicieran el corte que siempre quise.

Fue un buen fin de semana.

2 comentarios:

  1. jajaja, has visto el primer capitulo de la segunda temporada de "The walking dead" entonces? xD q crack

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  2. que lioooooooo!¿¡

    ¿donde se quedó el ojo?

    Por Dios... termina. ozú, ozú, ozú

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