miércoles, 20 de abril de 2011
Pescadito, pescadito
Hoy he comido un pescado que me ha recordado a cuando vivía en Lima.
Es extraño cómo pequeños detalles que no podríamos ni siquiera ordenar o intentar reproducir deliberadamente, te asaltan de forma imprevista y te catapultan a otro tiempo, a otra geografía (tan diferente y lejana, ahora).
Qué sensación más extraña y familiar a la vez la de tener que girar por el mundo y no parar de conocer nuevas gentes, culturas, lenguas... Y echar de menos la tierra natal, pero no poder pararse mucho tiempo allí.
Cómo las visitas se van espaciando, cómo se va perdiendo el ritmo de los tuyos, todos los momentos... y comprender parte de la vida propia, o de la parte de los padres. Sentirse identificado. Comprenderlos mejor.
Tiene que ser una enfermedad.
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