lunes, 6 de diciembre de 2010

El gato y el pan


Hola a todos,
ayer pasó una de esas cosas que sólo pasan en ciertas partes del mundo, en momentos determinados.
Voy a exponer la historia desde el punto de vista de mi amigo Patrizio Pagafanti.
"Era una fresca y lúgubre tarde de este tardío otoño que no termina de arrancar en El Cairo, en Africa. En una Africa diferente a cualquier otra Africa, que algunos llaman ya Oriente Medio. Después de la visita a Yasmine me dirigí al encuentro de Patrizio en las inmediaciones de la librería Diwan, en el barrio de Zamalek, para ir al Centro Italiano de Cultura a ver una película: 'El maestro de los errores' (no os la recomiendo demasiado). Como íbamos con tiempo, decidimos pasar primero por la panadería Fauchon, donde, además de una 'pizzeta' aproveché para comprar una barra de pan de semillas.
Felices y satisfechos, nos fuimos a ver la película.
Ir a una proyección en este país es como ir a un patio de vecinos: la gente habla, come, llama por teléfono, duerme, ronca. Esta vez era algo diferente (sería por el sitio), pero no nos librábamos del ruido de bolsas de comida. Especialmente la persona a mi izquierda, un par de butacas más allá. Comía, se levantaba, volvía, hablaba...
De repente, extrañado por el exceso de ruido, me giré y no vi a nadie, pero el ruido seguía. Y entonces lo vi. A mis pies. Con medio cuerpo dentro de la bolsa del pan. Intentando arrastrar la barra hacia afuera. Un gato. Mejor dicho, un P#to gato, que se estaba comiendo el pan. ¡Mi pan!
El maldito felino, al conseguir sacar medio cuerpo de la bolsa, me mira. Me desafía. Sabe que hemos llegado a un punto crítico insalvable en nuestra relación. Y lo sabe bien. Fue bonito, pero se acabó.
Ni CR7 habría sacado una falta con tamaña puntería como hice yo en ese momento. El gato se retiró prometiendo venganza, pero no había donde rascar. Terminó la película y nos marchamos.
A la salida, tuve que tirar el pan. Patrizio me dijo que lo dejase por tierra, que ya lo comería algún bicho. Efectivamente, apareció un gato -otro- que se pegó el homenaje."
La reflexión de Patrizio, en ese momento, entre risas, fue simbólica: un gato que se intenta comer el pan y se lleva la patada. Y otro gato que, sin saber por qué -por algo que ha hecho un colega de él sin que lo sepa-, se lleva una cena rica y calentita.
Y me quedé pensando en que, al final, las cosas pueden o no estar escritas (como dicen por estas tierras o como decía el protagonista de la película) pero en innegable que dependemos de los actos de los demás para que sucedan muchas de ellas. Nos guste o no.
El balance de la noche fue un gato pateado, un gato "cenado" y un ser humano sin pan. Aunque sean las enseñanzas del chino Kudeiro, es extraño cómo se puede aprender de todo.

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