viernes, 15 de marzo de 2013

Malasia (I) Food, mood, good...

Tal y como acabó en Tailandia, empezó en Malasia: con un paso y una hora de vida desaparecida.

Pocas cosas parecía que habían cambiado. El tráfico seguía al revés, las sonrisas seguían ahí, el verde, el asfalto, las tiendas... pero los conductores de autobús hablaban inglés. Eso ya marcaba una diferencia que, más bien, cubría una necesidad que me aportaba "comodidad", al menos de momento.
Cruzar la frontera tiene sus pros y contras: aceptas no pagar a los corsarios de la agencia de transporte, pero te encuentras sólo, con un país nuevo delante de tus ojos y con muchas posibilidades... de llegar y de perderte (...de perderte).

Por suerte, la amabilidad local me indicó todo el proceso para llegar hasta Penang. El tiempo invertido es mayor que con la agencia, pero es lo que tienen estos viajes: tiempo. Tenía de sobra, así que empecé la ruta de buses que me dejaron, primero, en Kargan, donde comí un "Butter Naan" delicioso (a la altura de cualquier otro que haya comido antes) y esperé, esperé, esperé...



Ejemplo del casco histórico Georgetown, patrimonio UNESCO
El autobús con destino Georgetown salió tan puntual como llegó. Se me pasaron volando las horas, en parte por la excitación por llegar al albergue y conocer la ciudad de la que, poco a poco, iba oyendo tan buenas referencias. Uno de los paraísos culinarios de Asia, destacable tanto por su variedad como por la accesibilidad de los platos en todos los sentidos.

Love Lane, famosa calle llena de vida, en Downtown Penang
Penang, capital: Georgetown.
Los ingleses la tenían administrada como "colonia" (en realidad, enclavamiento comercial), cuya gestión fue subcontratada a la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, pasando a formar parte de sus enclaves "menores". Más de lo de siempre: "Estoy es mío, que no de ellos, pero tú me lo adminsitras mientras yo te cubro y me pagas el diezmo de turno". Esto impulsó mucha inmigración (mano de obra) de otros enclavamientos y regiones, sobre todo: India y China. Se fueron incorporando inmigrantes árabes a lo largo de las décadas, que trajeron el Islam y lo incorporaron al Hinduísmo, Confucionismo, Budismo y Cristianismo (por obra de los Portugueses, también presentes) ya existentes en la ciudad. Por eso encontré tantos platos tan variados, además de la música y los templos, iglesias y mezquitas, y una "Little India", una "Chinatown" y el espíritu malasio englobándolo todo. Verdadero cosmopolitismo... y sus consecuencias.


Arabe

Chino

Tamil (origen: sur de la India)
Días relajados, visitas al fuerte, ratos en el paseo marítimo mirando a los buques lidiar con tormentas eléctricas y marejada que nunca llegaban a la costa, humedad. Algo de morriña.


Me reencontré con James -el ciclista- e hicimos nuevos amiguetes. Conocí a mis compas de dormitorio. Tres chicos alemanes de UN Volunteers en un colegio para niños ciegos, en el interior de Sumatra, Indonesia. Conocí a una pareja canadiense que giran el mundo en moto. Por etapas. Espíritus libres, ejemplos claros de que hay otro modo de hacer las cosas. Conocí a don "Che" Martín, un hombre de mundo, junto a quien me enfrenté a los monos y desafiamos las leyes locales columpiándonos en las alturas.

Varios días que hacen que me quede con buen sabor de boca y con ganas de volver a pasar por allí.

Pero las ganas de incorporarme a una rutina donde encontrar alguna cara conocida, charlas de las buenas, una habitación "mía", todo unido al ambiente de un sitio nuevo, era suficiente motivación para dejar atrás Penang en un vuelo de una hora (por 19 dólares americanos) y aterrizar al lado del circuito de velocidad de Sepang, en Kuala Lumpur.

Y la vida es diferente en esta ciudad. Tengo la sensación de haber llegado a un lugar, viejo conocido (puede que de otras vidas). Más que el sitio -que también-, sus gentes, las nuevas y las viejas. Y todo esto, como en un gazpacho, se mezcla bien batido... y la alteración de cualquier pequeño ingrediente cambia el resultado, a veces de forma radical, y a veces de forma casi imperceptible.


Las vistas de mi dormitorio. Gracias, amigo.


Ya veremos donde desemboca este río.
En un mar, sí.
Pero, ¿en cuál?

1 comentario: